En 1852, Adolf Anderssen jugó una de las partidas más brillantes de su carrera contra Jean Dufresne. Conocida como «La Siempreviva», esta partida es célebre por la belleza de sus sacrificios y su elegante combinación final.
«La Siempreviva» es un clásico inmortal en la historia del ajedrez. La maestría táctica de Anderssen y su sacrificio de piezas la convirtieron en un modelo para generaciones de jugadores.
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